El tema de buscar chicas para compañía (no prostitutas) en la India es uno, en casi todos los países del mundo donde hay leyes estrictas sobre el tema, a la vez clandestino, y abierto. El caso es que solo se la puede practicar en lugares donde esté permitido, que son los llamados "Distritos Rojos" - a pesar que se las puede encontrar en casi cualquier hotel de categoría, o simplemente preguntado al taxista de turno...
El Distrito Rojo de Nueva Delhi se encuentra en la famosa Calle GB "GB Road", justo a la salida de unas de las principales estaciones de tren de la ciudad. Las casas de masajes se encuentran a unos 200 metros de la salida de la estación, en una calle, como no podría ser de otra manera en Nueva Delhi, rebosando con gente, animales, coches, bicicletas, carros, ruido, mierda... Se puede identificar las casas fácilmente, porque las chicas suelen estar justo en el portal, llamando a los potenciales clientes para que suban y disfruten de un buen masaje - claro está, en perfecto hindi. Me llamó la atención una chica guapa, joven, esbelta, con tipazo - que es el caso de la mayoría de las mujeres de la India - y decidí subir y vivir la aventura de una casa de masajes en el tercer mundo...
Nada mas entrar, la jefa de la casa casi me arranca la cartera de mi mano, para repescar los billetes dentro - menos mal que solo tenía dentro lo que iba gastar - 1500 rupias, es decir, unos 22 ó 23 euros - y se la entregaba sin todavía haber llegado a un acuerdo de lo que quería, tiempos, y tipo de masaje, etc. Y pensaba, bienvenidos a la India, chaval. Total, me toma la mano la chavala, vestido en un sari típico del país (que es un vestido compuesto únicamente por un pieza de tela, pero de tal longitud que las tapa el cuerpo casi por completo) y me lleva al cuarto - y me pide que me ponga encima de la camilla, gesticulando (no tenemos lengua en común). Diría que la chica acaba de cumplir los 20 años, y su cuerpo era espectacular. Después de unos gloriosos 20 minutos de masaje quedé muy satisfecho, si señor. Me vestí, mientras que la chica me decía algo, que no lo sé lo que era, pero, por su sonrisa, creo que era amable, puesto que la sacaba del bolsillo una nota de 500 rupias que tenía escondido, y se lo di de propina. Y santas pascuas, a despedirme, y de nuevo a la calle. Una experiencia grata, pero una experiencia para valientes, puesto que - insisto - la India es quizá el país más extremo del planeta, y hasta las casas de las masajistas, tienes que tenerlos bien puestos para entrar.
El Distrito Rojo de Nueva Delhi se encuentra en la famosa Calle GB "GB Road", justo a la salida de unas de las principales estaciones de tren de la ciudad. Las casas de masajes se encuentran a unos 200 metros de la salida de la estación, en una calle, como no podría ser de otra manera en Nueva Delhi, rebosando con gente, animales, coches, bicicletas, carros, ruido, mierda... Se puede identificar las casas fácilmente, porque las chicas suelen estar justo en el portal, llamando a los potenciales clientes para que suban y disfruten de un buen masaje - claro está, en perfecto hindi. Me llamó la atención una chica guapa, joven, esbelta, con tipazo - que es el caso de la mayoría de las mujeres de la India - y decidí subir y vivir la aventura de una casa de masajes en el tercer mundo...
Nada mas entrar, la jefa de la casa casi me arranca la cartera de mi mano, para repescar los billetes dentro - menos mal que solo tenía dentro lo que iba gastar - 1500 rupias, es decir, unos 22 ó 23 euros - y se la entregaba sin todavía haber llegado a un acuerdo de lo que quería, tiempos, y tipo de masaje, etc. Y pensaba, bienvenidos a la India, chaval. Total, me toma la mano la chavala, vestido en un sari típico del país (que es un vestido compuesto únicamente por un pieza de tela, pero de tal longitud que las tapa el cuerpo casi por completo) y me lleva al cuarto - y me pide que me ponga encima de la camilla, gesticulando (no tenemos lengua en común). Diría que la chica acaba de cumplir los 20 años, y su cuerpo era espectacular. Después de unos gloriosos 20 minutos de masaje quedé muy satisfecho, si señor. Me vestí, mientras que la chica me decía algo, que no lo sé lo que era, pero, por su sonrisa, creo que era amable, puesto que la sacaba del bolsillo una nota de 500 rupias que tenía escondido, y se lo di de propina. Y santas pascuas, a despedirme, y de nuevo a la calle. Una experiencia grata, pero una experiencia para valientes, puesto que - insisto - la India es quizá el país más extremo del planeta, y hasta las casas de las masajistas, tienes que tenerlos bien puestos para entrar.