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El desnudo y el vestido me han acompañado a lo largo de la vida de forma extrema, contradictoria confusa, pasional, en todo caso viva.
Parece claro que sentirse desnuda en un sueño suele ir acompañado de sensaciones atormentadas de inseguridad. En los campos de concentración, igualar a todos a través de la vejación del desnudo fue el colmo de la humillación y la indefensión. El pudor está muy cercano a la sensualidad y nada más impactante y sincero que el gesto de despojarse de la ropa según la situación.
El desnudo de lady Godiva convierte a la humillada esposa en heroína al exponerse por amor a su pueblo a lomos del icono inconfundible de un caballo.
En el arte, desde los griegos hasta hoy, el cuerpo ha glorificado la excelencia del cuerpo de la mujer (perdonadme que hoy no hable de la admirable fuerza de las representaciones de la virilidad).
En la dignidad de la persona por la representación de su desnudez hay una responsabilidad del contemplado y una tarea exclusiva del que mira. Y este puede elevarnos al olimpo con el asombro ante nuestro desnudo, o despojarnos de dignidad más veces por la burla que por el deseo. Y esto puede hacerlo también el que nos mira vestidas.
Ahora la cosa parece estar en la contradicción imposible entre la "visibilizacion" y "desexualizacion" reclamada por ministras para nuestros atributos sexuales y la censura apresurada de pezones y vellos púbicos en redes sociales y anuncios varios.
No vendo ningún producto al mostrarme. No pretendo tampoco compararme con Afrodita agachada ni puedo codearme con la maja desnuda ni con Gala atisbada desde atrás por Dalí.
Y como no quiero dar jamas la espalda a la ley, os la doy mejor a vosotros con el mismo espíritu artístico y delicado con que Dámaso Alonso compuso su "Oración por la belleza de una muchacha":
“Pero aquel que no piensa en el cuerpo se convierte más fácilmente en su víctima”.
Kundera.
¿Os animáis a este taller femenino sobre nuestros cuerpos?
Besos.
Parece claro que sentirse desnuda en un sueño suele ir acompañado de sensaciones atormentadas de inseguridad. En los campos de concentración, igualar a todos a través de la vejación del desnudo fue el colmo de la humillación y la indefensión. El pudor está muy cercano a la sensualidad y nada más impactante y sincero que el gesto de despojarse de la ropa según la situación.
El desnudo de lady Godiva convierte a la humillada esposa en heroína al exponerse por amor a su pueblo a lomos del icono inconfundible de un caballo.
En el arte, desde los griegos hasta hoy, el cuerpo ha glorificado la excelencia del cuerpo de la mujer (perdonadme que hoy no hable de la admirable fuerza de las representaciones de la virilidad).
En la dignidad de la persona por la representación de su desnudez hay una responsabilidad del contemplado y una tarea exclusiva del que mira. Y este puede elevarnos al olimpo con el asombro ante nuestro desnudo, o despojarnos de dignidad más veces por la burla que por el deseo. Y esto puede hacerlo también el que nos mira vestidas.
Ahora la cosa parece estar en la contradicción imposible entre la "visibilizacion" y "desexualizacion" reclamada por ministras para nuestros atributos sexuales y la censura apresurada de pezones y vellos púbicos en redes sociales y anuncios varios.
No vendo ningún producto al mostrarme. No pretendo tampoco compararme con Afrodita agachada ni puedo codearme con la maja desnuda ni con Gala atisbada desde atrás por Dalí.
Y como no quiero dar jamas la espalda a la ley, os la doy mejor a vosotros con el mismo espíritu artístico y delicado con que Dámaso Alonso compuso su "Oración por la belleza de una muchacha":
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“Pero aquel que no piensa en el cuerpo se convierte más fácilmente en su víctima”.
Kundera.
¿Os animáis a este taller femenino sobre nuestros cuerpos?
Besos.